Lluvia de aerolitos en forma de elogio que irradia un brillo resplandeciente, emana del artículo que firma
M. L. Lyke , incluido en el suplemento dominical de turismo del 'The Washington Post', titulado
Barcelona, es una cuestión de tiempo (requiere suscripción). Una pieza de incalculable valor informativo, sin desperdicio alguno, oiga. A saber:
"La vida es corta. Y, en Barcelona, oscuramente dulce". Un artículo según el cual Barcelona --"Barnca"-- es una gran ciudad para-salir-de-noche-y-tomarte-la-mañana-con-calma, donde "el espíritu artístico está vivo y es floreciente" [...].
[...] "El tiempo es fluido como un reloj de Dalí, y el mejor momento para ocuparse del sueño es la siesta del mediodía", reza el artículo. A Barcelona la pintan como una ciudad estupenda para el visitante ocasional y para el turista de rigor. En definitiva, una ciudad espléndida, magnífica y -añado- que parece diseñada para complicar la existencia al sufrido ciudadano de a pie, dado que ignora u omite algunos datos sin importancia, en un aparente 'lapsus' periodístico -gajes del oficio-,
la otra cara de la moneda: el problema de la vivienda, la inseguridad ciudadana, la cuestión de la inmigración, la precariedad laboral, la suciedad y basuras, el incivismo, la falta de aparcamiento, la circulación, etc, etc, etc...AMÉN de estar orientada exclusivamente al visitante y al turista. Turistas y visitantes que a menudo pagan muy cara -y nunca mejor dicho- su estancia en la ciudad Condal.
Nada, pequeños detalles (descomunales) "sin importancia". O una "
simple anécdota", que diría el alcaldable
Jordi Hereu (PSC).